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Sanando en Casa Fustero

Nuevos mantras: reciprocidad en el aprendizaje

Tras un año y medio de asistir regularmente a las  clases en Casa Fustero, he conseguido memorizar la mayor parte de los mantras que recitamos al comienzo de cada sesión. En una de las primeras entradas en este blog ya hablamos de qué son y cómo encajan en la práctica. Casa Fustero, con su tranquilidad solamente interrumpida por el ocasional canto de los pajarillos, es el lugar perfecto para iniciarse en el canto de los mantras.

Solemos comenzar con un mantra que invoca salud, el Maha Mritjunjaya Mantra. A menudo ofrecemos esta plegaria o la práctica en su totalidad a alguien que lo necesita. A los incrédulos frente al poder de la oración, les recordamos que el optimismo nos acerca a nuestros objetivos. Cuando se convence a una persona de que ha hecho algo peor de lo que en realidad lo ha hecho, tiene un resultado más pobre cuando vuelve a intentarlo, según muestran las investigaciones. Si pensamos que estamos enfermos, lo más posible es que acabemos enfermando.

El segundo mantra, llamado Gayatri Mantra, también se repite once veces precedido del sagrado “om”. Con este mantra se busca la paz mental, mejorar en la percepción, intuición, abrir las puertas de la consciencia y se consigue ayuda para trabajar problemas psicológicos. Sus cadencias están llenas de determinación, cada verso parece empujar el ímpetu, dirigiendo el espíritu hacia la fortaleza necesaria para la práctica.

El tercer mantra es una invocación a la diosa Durga, con treinta y dos nombres ni más ni menos sólo para ella. Se trata de una representación de la suprema diosa radiante Devi. En esta manifestación representa la energía maternal de la que está hecho el universo. Esa energía es regeneración, el inmenso poder femenino de crear vida puesto al servicio del bien y que nos ayuda a eliminar los obstáculos en el camino.

Añadimos un nuevo mantra para empezar bien el 2015, el Shanti mantra. En este caso, se trata de reconocer la reciprocidad del intercambio entre los discípulos y el maestro. Dar y recibir. Inspirar, espirar. Cielo y tierra. Estirar y contraer. Día y noche. Masculino y femenino. Yin, y yan. ¿Os suena? Om

durga

Durga, la diosa subida en su león

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Cinco razones para incluir el yoga entre tus propósitos de año nuevo

Tic, tac, tic. Otra semana que pasa, el año se acaba y muchos comenzarán a pensar en todas aquellas cosas que no han conseguido en 2014, seleccionando las que puedan ser interesantes o factibles para convertirse en propósitos de año nuevo. De repente nos damos otra oportunidad porque sí, porque acaba Diciembre y empieza Enero. ¿Y por qué no? El yoga puede ocupar un lugar en esa lista, y en esta entrada os damos cinco claves de por qué deberíais plantearos seriamente comenzar esta actividad.

Armonía

El equilibro aporta tranquilidad de ánimo y acerca la felicidad. La práctica del yoga ejercita la mesura y nivela nuestra energía, poniendo donde no hay, quitando de donde sobra. Bailando entre el cielo y la tierra, vibrando entre inspiración y expiración, todo avanza en un juego entre polos que se complementan y sobre los que vamos aprendiendo: lo femenino y lo masculino, el yin y el yan, el día y la noche…

Fortaleza

Tus músculos te lo agradecerán. A través de los asanas les darás el aire que les falta, para que arda la energía y ponga en marcha los motores del cambio que necesitas. También tu voluntad se verá fortalecida: cuando pienses que ya no puedas más, una nueva inspiración abrirá aquel horizonte más lejano que no podías ver. Relájate y disfruta, somos más fuertes de lo que pensamos, pero todo requiere práctica.

Concentración

Durante el tiempo que dure tu práctica el mundo pasará a un segundo plano. Estarás solo con tus limitaciones, en un espacio delimitado por tu propia piel en el que jugarás a recoger tus sentidos para centrarte en las sensaciones internas. El silencio acompañado solamente por el murmullo de tu respiración, la mente quieta, y toda tu atención en ser y sanar. Otra habilidad a exportar fuera de clase: también en tu vida diaria has de encontrar el tiempo y el espacio para concentrarte en ti.

Comunicación

Primero entablarás diálogo con tu diafragma. Aprenderás a valorar su ritmo y a dosificar su elasticidad para alimentar el fuego de tu experiencia. Después tus músculos te hablarán: puede que se quejen al principio, pero verás que pronto se deshacen en agradecimiento. Te conocerás mejor, prestarás más atención a tus respuestas emocionales, y entonces se abrirá un nuevo camino para comunicarte mejor con los que te rodean.

Sin contraindicaciones

No hay letra pequeña ni precauciones a seguir, más allá de la recomendación de encontrar un buen maestro que te guíe en el proceso. Déjate conocer, muestra tus debilidades y se humilde: todo está por ganar en esta nueva aventura, de la mano de un maestro no te vas a hacer daño. Agujetas, tal vez, pero de las buenas, de las que nos hacen sentir más vivos. Y en alguna ocasión, síndrome de abstinencia.

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Deformación profesional

Trabajo con palabras: las estudio, las enseño, las combino para expresarme en oraciones y párrafos. Y ando pensando de un tiempo a esta parte en que la vida es como un texto[1]: un leitmotif se abre camino y se enriquece con matices, personajes, metáforas…  Casa Fustero ejemplifica a la perfección las propiedades de un buen texto: adecuación, coherencia y cohesión. Se transmite el conocimiento de la práctica del yoga para lograr nuestro bienestar. El proyecto de vida de Silvia y Xavi es sincero, honesto y es que además, funciona.

Ya lo conocíamos, pero gracias al programa de Aragón TV “Segunda Oportunidad”, podemos disfrutarlo y difundirlo en formato reportaje. Este espacio televisivo muestra historias reales de gentes que han cambiado la vida urbana por la rural, buscándose las habichuelas alternativamente y echándole mucha imaginación al asunto. Soñar es gratis, lo demás, lo que viene después, mucho trabajo duro.

En la entrevista subrayan la satisfacción de ver que sus alumnos mejoran su calidad de vida a través de la práctica. El principal esfuerzo del maestro es acercar las enseñanzas al aprendiz, presentándolas de manera que las pueda asimilar progresivamente, según su momento vital y su experiencia previa. Al llegar a Casa Fustero por primera vez se interesarán por nuestras dolencias pasadas y presentes, para tenerlo muy en cuenta a la hora de adaptar las posturas a nuestras necesidades. Pero también, y no menos importante, el maestro sabe expresar cómo debemos sentirnos y trabajar las posturas, su voz vive en nuestros músculos. No nos vale imitar lo que vemos que hace, debemos sentirlo para beneficiarnos del trabajo, pues desde fuera no veremos cómo giran los muslos, o si se abre el pecho, o la profundidad de una ingle.

El yoga es una forma de vivir, una filosofía. En la práctica trabajamos una pequeña parte que se desarrolla a través de las posturas, pero hay mucho más. No todos los que nos acercamos al yoga alcanzamos a descubrir sus múltiples niveles, pero al igual que pediríamos a un profesor de idiomas que manejase con soltura la lengua que nos enseña, la coherencia para con los principios yóguicos de nuestros guías en Casa Fustero es garantía de que estamos ante maestros de altura. Ellos son el ejemplo y la demostración palpable de que el bienestar es accesible. Su buen hacer en el aula es la punta del iceberg que nosotros podemos disfrutar, pero también su sonrisa, su sosiego, su amabilidad.

Entre los comentarios al reportaje cuando fue compartido en Facebook, me llama la atención el que ensalza el “romanticismo” de la puesta en escena. Vemos a Xavi y Silvia paseando, cogidos de la mano, mirándose cómplices. Puede que sea sólo una coreografía dictada por los reporteros televisivos, pero más allá de esos momentos que ya quedan para la posteridad, Casa Fustero representa esa unidad de pensamiento, palabra y acción que mueve a estos dos jóvenes sabios hacia delante siempre. Un lujo tenerlos cerca.

[1] Se entiende por textos todas aquellas emisiones habladas o escritas de cualquier longitud (desde un enunciado a un libro entero) que tengan unidad. Un texto es el resultado de un acto de comunicación cuya extensión y carácter dependen de la intención del hablante; intención que puede ser doble: a/ Comunicativa: voluntad de transmitir una información. b/ Ilocutiva: deseo de lograr un determinado efecto.

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Quietud, silencio, escucha y disponibilidad

Continuamos después de otro mes de descanso en Septiembre. La vuelta es dura pero gratificante, y retomar las posturas y la rutina de la clase se acompasa al talante otoñal, que nos devuelve al ritmo diario después del verano centrando nuestra energía de cara al invierno.

Desde hace meses que le doy vueltas a investigar sobre la relación del yoga con las emociones y el carácter, pues hay posturas que trabajan aspectos determinados según se ha comentado en ocasiones en clase: la flexibilidad no atañe sólo a los músculos, es una actitud ante la vida que va unida a nuestra capacidad de adaptarnos a las circunstancias de cada etapa; la humildad que requiere el estiramiento en la exhalación nos invita a dejar caer toda resistencia al cambio…

Hoy comienzo explorando algunos aspectos que he aprendido a observar en Casa Fustero. Son conceptos que se repiten dentro de la clase, pero que crecen dentro de uno mismo a lo largo del día, de la semana, transformando nuestra actitud vital lentamente.

Quietud

“Allí donde reinan la quietud y la meditación, no hay lugar para las preocupaciones ni para la disipación.” Francisco de Asís

El movimiento es cambio, y todo cambia permanentemente: las hojas caen de los árboles, nuestra piel se renueva de un modo invisible, nuestros pulmones se llenan y se vacían constantemente… El ritmo del cambio en nuestras vidas y nuestra tolerancia a él se ha acelerado en las últimas generaciones, pero nuestros ritmos vitales siguen inalterables. Dormimos, comemos, respiramos. Todo esto lleva tiempo, y la ansiedad nos devora. No queremos esperar, no sabemos, pero conviene practicar la paciencia y aprender a sosegarse.

Tras montar las posturas permanecemos quietos unos segundos o minutos, dependiendo de la dificultad, respirando y observando. Estamos quietos pero muchas cosas se mueven: nuestros pensamientos, las sensaciones, los músculos agitados por la respiración o la torsión… Conseguir permanecer conscientes en esta quietud abre la puerta al ahora: el devenir del tiempo fluye, y nosotros respiramos/somos/estamos inmersos en él, como una hoja que se desliza por el agua. Soy, estoy, respiro, vivo, crezco.

Silencio

“El silencio libera a la mente de su jaula verbal.” Jaime Tenorio Valenzuela

El lenguaje es una herramienta maravillosa, pero nos convierte en esclavos del cifrado que supone: todo lo interpreta, lo califica, lo analiza. Permanecer en silencio aquieta esta necesidad constante de dar nombre a las cosas, pero aún así la palabra anida en nuestra mente tan cómodamente que el silencio total –la quietud de nuestros pensamientos- se hace a veces imposible.

Los pensamientos son como nubes de palabras enmarañadas que a menudo oscurecen más que iluminan nuestra percepción de la realidad. Hay que dejarlos pasar, abrirles la puerta de atrás para que no entorpezcan la experiencia del silencio, la conciencia del ser/estar. Son ruido, si interpretamos “ruido” en su sentido más literal: todo lo que molesta en un acto comunicativo, todo lo que interfiere en la entrega y descodificación del mensaje que el emisor crea para el receptor. En este caso, el mensaje es “estás vivo”, y nosotros los receptores.

Escucha

«¡Escucha! O tu lengua te volverá sordo.” Adagio* Cheroqui

En medio de la quietud y el silencio de la práctica, pasan muchas cosas. Hay dolor, hay placer. Dejaremos que los pensamientos vengan y se vayan, pero cada uno de ellos nos dará valiosa información de qué está pasando. Conviene escucharlos, pero no prestarles la atención que merece la observación que practicamos.

El cuerpo nos habla también de otras maneras y en otros momentos. El dolor es el grito al que acudimos, y hay que escucharlo, no silenciarlo. Las pequeñas molestias que advertiremos si escuchamos los mensajes de nuestro cuerpo son indicadores de dónde se acumula un problema, y la solución pasa por tomar consciencia de él y trabajarlo. Si silenciamos la comunicación con nuestro cuerpo a través de analgésicos cerramos la puerta a ala sanación.

Disponibilidad

«La buena disponibilidad, mejora las relaciones, pero la abnegación y la excesiva acomodación las destruye…» Sue Patton Hoele

Ésta es una de las habilidades fundamentales para ser un buen aprendiz (de cualquier cosa), según mi experiencia. Hay que estar dispuestos a recibir y a dejar que nuestro guía-maestro nos acerque a lo que necesitamos saber. La disponibilidad requiere humildad, curiosidad, aceptación de la ignorancia propia, alegría y gratitud.

Todo esto se completa con la guinda de la valentía: salir de nuestra zona de comfort para adentrarnos en lo desconocido, lo extraño, y puede que hasta lo doloroso. Sólo en ese lado encontraremos lo que buscamos, aunque al final resulte que siempre estuvo dentro de nosotros. Los abismos más grandes por explorar están dentro de nosotros, esperando que les llevemos luz

* Un adagio es una frase corta pero memorable que contiene y expresa algún elemento de conocimiento o experiencia importante, considerado cierto por mucha gente, o que ha ganado cierta credibilidad a través de su uso continuado. (Fuente: Wikipedia).

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Abierta por vacaciones

Viajar puede estropear el cuerpo. Arrastrar maletas y combinar medios de transporte acaban dejando su huella en huesos y músculos. Dolor de espalda, tensión en los trapecios, calambres… Si además se combina con caminatas sobre asfalto, el dolor de pies está garantizado. Ha sido mi caso, pues visitando amigos me he visto inmersa en diversas ciudades para cuya exploración el coche de San Fernando[1] está siempre a la orden del día.

Pero viajar pone alas al alma. Al menos así me siento yo, removida por los lugares nuevos, paisajes diferentes y personas extrañas. Todo se hace más ligero cuando desaparecen las obligaciones diarias y podemos dejar que nuestra atención se recree en cada novedad, disfrutando del privilegiado punto de vista del extranjero, sorprendiéndonos con lo cotidiano.

Tras los tres primeros días, una vez ya instalada en mi destino, madrugo para replicar la rutina de la clase de yoga. Recito los mantras, y después empiezo con combinaciones de posturas según me lo pide el cuerpo. En pocos minutos observo al descansar en la postura de la montaña que los dolores de espalda han desaparecido, que me siento más ligera y esbelta, que ya empiezo a sonreír internamente.

Resuenan además en mí las palabras que Silvia pronunció en la última clase relativas a la filosofía de la escuela de yoga cuyas enseñanzas guían las de Casa Fustero: mente, corazón y manos han de coordinar valores y objetivos. Hemos de ser consecuentes y congruentes para lograr el equilibrio. Si la mente, el corazón y las manos no funcionan en armonía, hay agitación en la vida. Este estado puede manifestarse en el plano mental, emocional, físico o espiritual, causando finalmente la destrucción de la paz interna.

Sentir, pensar y hacer. Por ese orden, intuyo. Observar los sentimientos para comprender nuestra programación y no dejarnos arrastrar por las emociones. Estudiar atentamente nuestros pensamientos, seleccionarlos y purgarlos para descartar lo negativo, feo o perjudicial para nosotros o los demás. Actuar en consecuencia, de acuerdo a nuestros objetivos y alineando todo lo anterior. Del corazón a las manos, pasando por el ordenador central, que es nuestra mente, y del que a menudo olvidamos eliminar lo que ya no es útil.

 

 

Cawsand, Cornualles

Cawsand, Cornualles

[1] ¡Un ratito a pie, otro caminando!

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Un año de blog

Tras tres meses de silencio retomamos este cuaderno; volvemos al yoga, tras tres meses de ausencia. En esta entrada hacemos balance de este año como aprendices, y nos viene al pelo esta ausencia de tres meses, porque…

 

“Avanzar significa alejarse, alejarse significa volver.” (Lao-Tse, Tao Te Ching)

 

Vuelvo a escribir sobre las clases con la conciencia de que a medida que el aprendizaje profundiza, los pasos son más pequeños, pero cada vez más valiosos. Por ello a partir de ahora la periodicidad de estas entradas será mensual en lugar de semanal. Los descubrimientos no dejan de ser sorprendentes, aunque mínimos. En la sencillez está el misterio, amigos.

 

Mis notas de la sesión de julio son escuetas: combinaciones de posturas, respirar con consciencia, mariposa, amor. El hilo que une estas palabras se transforma en conductor de electricidad, otra forma de energía que ni se crea ni se destruye, se transforma. Así va subiendo el tono en las clases en Casa Fustero, del susurro de los mantras pasamos a refrescar posturas combinadas; poco a poco despertamos el dragón dormido en nuestra respiración; y la mariposa, con sus alas, aviva ese fuego para que nazca el amor.

 

Siempre temí que estas entradas derivaran en algo vago e incomprensible, pues los caminos del aprendizaje pasan por salas silenciosas que resisten la descripción, que sólo uno mismo puede presenciar. Yoga es paciencia, es humildad, es sonrisa, es amor que nace de uno mismo para colorear cada músculo y transformar el universo. Es compasión hacia nuestro cuerpo físico, morada que merece cuidado y atención.

 

Ahora temo que la poesía que nunca supe escribir usurpe este espacio y estas entradas se conviertan en haikus, breves momentos de lucidez, como relámpagos de consciencia. Las palabras no pueden ya hacer justicia a la transformación que este año ha sucedido. Sólo me queda decir: ¡gracias!

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Todo lo que sube, baja

Una de las cosas en las que Silvia hace énfasis habitualmente es la necesidad de cuidar al máximo tanto la entrada como la salida de las posturas. Solemos prestar atención a la manera de construirlas especialmente, pues de lo contrario es difícil que lleguemos a colocar todo en su sitio, pero a menudo descuidamos el proceso inverso por cansancio o falta de atención, especialmente si la postura es intensa y difícil.

En estos casos es recomendable no apurar nuestra capacidad de resistencia y mantener la atención también durante la salida de la postura, deshaciendo paso a paso según las indicaciones. La cosa se complica porque aunque todos escuchamos simultáneamente las instrucciones para construir la postura, no todos abandonamos la misma a la vez, de modo que podemos despistarnos o simplemente perder el hilo de las indicaciones.

Ni más ni menos esto fue lo que sufrí en mis propias carnes en la última sesión en Casa Fustero. Era la primera vez que conseguía mantener cierto confort dentro de la postura del arado, por fin fui capaz de encontrar el punto exacto de equilibrio: muslos hacia el cielo alejados de la cara, piernas estiradas, dedos de los pies apoyados, brazos estirados y manos enlazadas haciendo palanca. “Qué bien, qué gusto”, pensé. Por mucho que una postura parezca fácil muchas veces cuesta colocarlo todo en su sitio, pero a medida que vamos descubriendo las sensaciones que la buena práctica deja, nuestro cuerpo reconoce y recuerda esos pequeños logros y llegamos a una especie de iluminación.

Así que allí estaba yo, feliz y disfrutando ya de mi pequeño gran éxito incluso antes de terminar. Me dispuse a salir de la postura, y algo escuché de unas manos en copa y demás, pero cegada probablemente por la vanidad y autocomplacencia perdí el rumbo de pies y manos y me desplomé sobre la colchoneta cual saco de patatas. Por supuesto la profe estaba mirando, como para no verme con toda mi longitud corporal desparramándose incontrolada. En mi defensa diré que llevo poco tiempo montando la vela y el arado exentos, esto es, sin apoyo en la pared, así que todavía me queda practicar esta salida para que mis cervicales, que tanto cuidamos con las numerosas precauciones a la hora de montar la postura, no tengan que lamentarse. La verdad es que no me hice daño, y cuando recoloqué mis miembros para darles descanso, la sensación de triunfo y satisfacción seguía tímida y latente tras el bochorno de la caída libre. ¡Menos mal que soy una sin vergüenza! 😉

Postura de el arado

Postura de el arado

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Constelada

Abril es el mes de mi cumpleaños y esta vez decidí autoregalarme algo diferente. Hacía tiempo que sabía que en Casa Fustero se hacían sesiones de terapia en grupo alrededor de las constelaciones familiares, pero además desde hace unos meses tenemos la posibilidad de asistir a sesiones individuales en el Centro de Yoga Prana que Silvia y Xavi regentan en Barbastro.

Como muy bien decía “Siniestro Total”, la familia es la célula de la sociedad moderna. Es además un sistema que encierra todo un universo en el que nos desarrollamos. El hecho de que sea un sistema significa que cada miembro del mismo se define en oposición a los otros, esto es, el rol de cada uno cambia y se ajusta si cambia el de los demás o si aparece un nuevo miembro (nacimientos) o desaparece alguno de los que lo conformaban (defunciones).

Ni elegimos este rol ni a menudo tenemos las claves para interpretarlo. No es algo genético, sino cultural: nuestros padres nos lo transmiten inconscientemente. Es como si con la leche que nos dan de mamar nos pasaran todas las neuras, problemas y complejos familiares, sin quererlo y muchas veces sin siquiera ser concientes de esos conflictos.

El trabajo con Adolfo es fácil y me siento cómoda desde el principio. Poco a poco van saliendo las claves de mis conflictos, y casi nos falta tiempo para hacer el ejercicio práctico final. La próxima invitada al mundo sosegado de la exploración de lo escondido llama al timbre antes de que lo concluyamos. Adolfo escribe los nombres de los miembros de mi familia, cada uno en una hoja de papel en blanco. Después yo los distribuyo en la habitación, según lo siento. Uno a uno Adolfo me hace dirigirme a ellos, repitiendo las conclusiones que él mismo ha extraído de nuestro análisis anterior. Después escucho lo que ellos tienen que decirme.

Al terminar, Adolfo reagrupa las hojas en fila, empezando por mi padre y mi madre, después mis hermanos y yo en orden, terminando por mi esposo. Pregunta cómo me siento al verlos así, en su jerarquía natural. Para terminar, toma las hojas con el nombre de mi marido y con mi nombre y las coloca frente a las de mi familia de origen, de manera que mis padres y hermanos quedan atrás, y mi marido y yo delante dándoles la espalda. El último paso es decirles a mis padres y hermanos que les quiero y estoy preparada para empezar mi propia familia.

Me imagino que mis conflictos son bastante normalitos, y que a todo el mundo le cuesta, especialmente en nuestra cultura, desligarse de la familia de origen para formar una nueva. Mi marido viene de una cultura anglosajona en la que uno vuela de casa a los dieciocho y empieza su vida naturalmente solo, mientras que aquí parece que la adolescencia se eterniza y la madurez no llega jamás.

Independientemente de estas reflexiones, me llama la atención el poder que los acontecimientos pasados que desconocemos pueden tener sobre nosotros. Hay tantas cosas que duelen y dejamos sin nombrar pensando que el tiempo las borra o las entierra… Pero si no conseguimos elaborar e integrar el dolor y la tragedia puede ser que otros que queremos, no necesariamente nosotros, paguen por ello. Esto es lo que aprendí siendo constelante, gracias a un maravilloso constelador.

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Como pez en el agua

Al final de las sesiones solemos practicar la postura invertida o la vela, como es más popularmente conocida. El objetivo es mantenernos sobre los hombros y con los pies en el aire el mayor tiempo posible, pero para conseguirlo y obtener así los beneficios de la postura debemos asegurarnos de que está bien construida: hombros abiertos, codos no demasiado separados, cervicales libres a partir de la sexta o séptima vértebra (las más “gordas” en la base del cuello), etc. Cuando somos principiantes la montamos con apoyo en la pared para facilitar la subida. Al dar las instrucciones, Silvia me pregunta si quiero probar a montar la postura desde el centro de la sala, sin el apoyo en la pared. ¡Me siento como cuando por fin pude quitar la L en el coche!

La postura es intensa y antes de abandonarla del todo nos tomamos varios descansos en la posición del arado. Además de estas combinaciones de posturas que alternan parejas de asanas (1) relacionadas entre sí, existen posturas asociadas que se conocen como complementarias, pues equilibran de alguna manera el trabajo que se acaba de realizar. Por ejemplo el medio puente, que solemos utilizar después de la vela. Si después del medio puente sentimos molestias en la espalda, entonces podemos descansar con las rodillas en el abdomen, en la postura de dwi pada pavana muktasana, que en su traducción quiere decir “dos piernas liberación de gases”.

En la sesión de hoy la postura que Silvia propone para compensar después de la vela es la postura del pez. ¡Me encanta esta postura! Me resulta fácil y divertida, pues en ella reposamos la cabeza sobre la coronilla. Desde dentro tenemos una perspectiva diferente del apoyo y el pecho se abre para favorecer la respiración torácica. Me podría estar así horas… ¡Esperando a que me echen el anzuelo!

Postura del pez

Postura del pez

Algunos beneficios de la postura del pez: estimula la tiroides, mejora la ventilación pulmonar, induce a una actitud psicológica de apertura hacia la vida. Importantes efectos terapéuticos en casos de bronquitis, asma y otras afecciones respiratorias. Endereza la espalda, facilita el equilibrio postural y fortalece la musculatura dorsal. Además masajea las vísceras abdominales y fortalece los músculos que las rodean. En general, tiene un efecto descanso, relajante y calmante para la mente. (2)

(1) En el ámbito del yoga, se denomina āsana (en sánscrito आसन, pronunciado originalmente /ásana/ pero actualmente también /asána/) a cada una de las distintas ‘posturas’ que tienen como objetivo actuar sobre el cuerpo y la mente. (Fuente: Wikipedia)
(2) Fuente: http://manasi-yoga-gabi.blogspot.com.es/2011/06/matsyasana-o-postura-del-pez.html

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Estiramientos compartidos

El yogui no es una isla. Y nosotros como aprendices disfrutamos a veces de la colaboración con nuestros compañeros de aula en ejercicios puntuales en los que nos ayudamos mutuamente. Los estiramientos por parejas son un ejemplo paradigmático de esta colaboración, una especie de simbiosis que además nos acerca al otro, sacándonos del pozo de nuestro ombligo, desdibujando por unos momentos la delicada burbuja de auto exploración y conciencia interior que construimos con paciencia en la práctica, para acercarnos a una actitud solidaria dejando que el otro goce y se beneficie también de nuestro trabajo.

Hoy además estoy de suerte. Mi amiga L, a la que no veía desde hacía meses, se reincorpora a la clase y la elección de Silvia de estirar por parejas acaba de alinear lo que el destino me tenía reservado para hoy: un reencuentro especial. L fue compañera además en el proceso de adquisición de mi primer nivel de Reiki hace más de dos años, así que es como si compartiéramos un espacio-tiempo para curarnos y ayudarnos desde hace tiempo.

Empezamos con el miembro estático de la pareja tumbado boca arriba, con una pierna estirada y la otra recogida. Con la ayuda del cinturón, colocado cuidadosamente alrededor de las ingles del que está tumbado, estiramos primero una pierna, después la otra y ambas para terminar. O mejor sería decir: estiramos un costado (espalda, ingle, pierna), después otro, después todo el cuerpo. El aprendiz que facilita el estiramiento está de pie y con uno de sus talones, estira del cinturón hacia atrás, en un gesto sin esfuerzo pero que requiere tiempo y paciencia para construirlo, pues dependiendo de la flexibilidad de los músculos de nuestro compañero el pie que estira debe adelantarse o retrasarse. También conviene recordar que la hebilla del cinturón debe quedar al aire, no en contacto con la piel de ninguno de los participantes.

Es siempre curioso deshacer el estiramiento y observar el rostro del que ha sido estirado. Dependiendo de la intensidad del ejercicio, la sensación al dejar que el cinturón se deslice fuera de las ingles será más o menos “liberadora”. Suele acompañarse de suspiros, “¡aaas!” y “¡ooos!” varios. Los músculos vuelven a su sitio, llenos de aire y con un nuevo vigor. Es algo similar al momento de deshacer una postura, pero en este caso nosotros sólo tenemos un control verbal, a nuestra señal el compañero soltará el cinturón y volveremos a la posición inicial sin estiramiento.

En segundo lugar, practicamos la postura del perro mirando hacia abajo con apoyo del cinturón de nuevo. Entramos en la postura desde yoga mudra para tener una orientación de la separación recomendable entre nuestras manos y nuestros pies. A continuación, cuando ya hemos entrado en la postura (codos girados, hombros hacia atrás creando espacio alrededor del cuello, paletillas dentro, nalgas hacia el cielo, talones lo más cerca del suelo posible), nuestro compañero pasa el cinturón alrededor de nuestras ingles y estira, primero hacia arriba y después hacia atrás. Como en el estiramiento anterior, es importante que los pies se coloquen correctamente, uno más adelantado entre las piernas del que se estira, y otro detrás, para poder estirar suavemente utilizando nuestro propio peso.

En el caso de este último estiramiento, cuando el cinturón cae intentamos mantener la postura unos instantes más, buscando replicar la dirección y fuerza que nos acompañaba gracias a la cooperación de nuestro compañero. Y entonces, más que suspiros fueron semi-gemidos, lamentos casi, lo que escuchamos en la falsa de Casa Fustero. Pero no de dolor precisamente, es que por unos instantes tuvimos la ilusión de vencer a la gravedad, con la ayuda del cinturón y del compañero. La vuelta a la realidad puede ser chocante, pero gracias a ellos pensamos por unos instantes que podíamos, y tal vez por eso, algún día podremos.

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